Me apetece mucho ver la película «This Must Be The Place» de Paolo Sorrentino, con Sean Penn.
No sólo porque se trate de la vida de un cantante que permanece anclado en su pasado, sino por la banda sonora entre la que se encuentra Naïve Melody cuya versión original es de David Byrne, aunque yo llegara a ella gracias a Arcade Fire.
Arcade Fire, un nombre que me costó mucho memorizar. Un grupo que cuanto más los escucho, más me gustan. No se si es la cadencia ahogada de la voz del cantante o la música que sale de los violines, bombo y panderetas que acompañan, el xilófono de la melodía naive de la que hablamos, las innumerables guitarras o el punto histriónico que caracteriza a estos canadienses. No en vano se les define como «pop barroco«.
Este grupo que hasta hace poco resultaba oscuro e indescifrable para mi. No entendía el aspecto de sus integrantes. No se qué fue lo que encendió la llama. Quizás ver esa composición tan numerosa de la banda que lo integra en directo y tan lejos, que sonaba tan bien y que me invitaba a acercarme cada vez más. Hasta abrasarme con su fuegos arcadios.